Cinco años después, las promesas se volvieron cenizas, y la paciencia del pueblo también. “Ayayay el Arce” no es solo una canción: es un veredicto cantado desde la calle, desde la olla vacía, desde el dolor acumulado que ya no entra en silencio.
Con ritmo irónico y coraje crudo, esta letra retrata al presidente Luis Arce no como economista salvador, sino como símbolo de la traición al pueblo que lo eligió.
“El país va cayendo / y él silbando sonriendo”
Es la imagen más certera de un gobierno que se alejó del pueblo para abrazar el poder, los militares y la impunidad.
Los versos denuncian la represión, la corrupción, el encarcelamiento de sus propios ministros y el enriquecimiento descarado de su círculo cercano, mientras los hijos del pueblo mueren en hospitales colapsados, o sin siquiera llegar a ellos.
“Has de saber que hay justicia / has de saber que hay cárcel”
Ya no es súplica. Es advertencia. Esta canción marca el inicio de un juicio moral y popular, donde la música no adorna, sino acusa.
Y cuando grita:
“Te vas con las maletas / Dejas al pueblo en pelotas”,
lo hace con la voz del que ha perdido todo, menos el valor de cantar la verdad en la cara del poder.
Firmada con rabia y amor como “arte nacional, carajo”, esta canción es un golpe de dignidad contra la soberbia del Palacio. Porque el canto del pueblo no necesita micrófono, solo verdad.